El desafío de romper con el
encanto del café
La última versión del manual
de la Asociación Americana de Siquiatría califica como desórdenes mentales la
sobredosis y la abstinencia de cafeína, compuesto ligado a cuadros como
insomnio y gastritis. La abstinencia abrupta ha probado ser el peor método para
reducir su consumo.
“Llevo seis días intentando
dejar el café y se me hace muy difícil. Ni siquiera estaba seguro de poder
escribir este mensaje en mi blog. Decir que me falta concentración sería una
forma suave de describir mi situación; he pasado los últimos días con la mirada
perdida en el computador”. Así describe Corbet Barr, fundador del sitio de
tecnología Think Traffic, uno de sus últimos intentos por reducir su ingesta de
cafeína y combatir la acidez que le provoca, un desafío que ya había intentado
seis años antes y que aún recuerda como una experiencia infernal: “Dolores de
cabeza, fatiga y un desinterés general se sumaban a un ánimo miserable. Me
quedé dormido en el escritorio”, escribe en su sitio.
Su caso no es poco frecuente.
A tal punto, que la Asociación Americana de Siquiatría incluyó dos nuevos
diagnósticos basados en el uso del café en la más reciente versión de su manual
de desórdenes mentales y, de paso, reavivó el interés en los métodos para
reducir su consumo. El volumen DSM-5 incluye ahora la intoxicación con cafeína
y el síndrome de abstinencia como condiciones que pueden perturbar el
funcionamiento diario de una persona.
¿Qué se entiende por
intoxicación por cafeína? Que se presenten al menos cinco de una docena de
síntomas como insomnio, espasmos musculares y latidos cardíacos irregulares.
Según el DSM, en algunos casos la condición se registra con un consumo de 250
miligramos de cafeína (casi tres tazas al día), pero usualmente se genera con
500 o 600 mg (cinco o seis tazas).
En el caso de la abstinencia,
que las personas asumen para reducir cuadros como gastritis o insomnio un paciente debe experimentar al menos tres de cinco síntomas
durante las 24 horas siguientes de abandonar o reducir el consumo. Entre las
señales están los dolores de cabeza, fatiga y problemas de concentración.
Ante la inclusión de estos
cuadros, varios expertos criticaron el afán de convertir numerosos aspectos de
la vida diaria en condiciones médicas, pero Alan Budney -siquiatra del
Dartmouth College y miembro del panel que concibió el manual- explica a
Tendencias que no se trata de “medicalizar”, sino que de “educar e informar a
los doctores y a la población que estos cuadros existen, para que cuando se produzcan
no sean tratados de forma inapropiada”.
Al respecto, Charles O’Brien,
siquiatra experto en adicciones de la U. de Pennsylvania y miembro del mismo
panel, asegura a Tendencias que la cafeína es un estimulante de grado medio y
que incluso dejar el consumo máximo recomendado de 200 mg diarios (dos tazas)
puede generar abstinencia. De hecho, dice que cada vez es más común ver a
pacientes que consultan por dolores de cabeza que han durado días o porque
creen que tienen gripe y en realidad pasan por un período de privación de
cafeína.
1. El origen del problema
Las propiedades de la cafeína
explican los síntomas de la sobredosis y los problemas para abandonarla. Actúa
como un camaleón que imita las propiedades de la adenosina, neuroquímico que
las células nerviosas producen durante el día y que tiene efectos sedantes e
inhibitorios: su acumulación advierte al sistema nervioso que es momento de
descansar y dormir. La cafeína replica el tamaño y la forma de la adenosina,
para luego entrar en los receptores y bloquear su acción. De esta manera, la
dopamina y el glutamato, neurotransmisores que actúan como fuertes
estimulantes, tienen vía libre y nos mantienen en permanente estado de alerta.
“Es como si alguien entrara a
una fiesta de graduación y se encargara de sacar del salón a los apoderados que
se encargan de vigilar que nada osado ocurra en el lugar”, escribe el
investigador Stephen Braun en su libro La ciencia y las tradiciones del alcohol
y el café. Y agrega: “La cafeína actúa como un trozo de madera que bloquea los
frenos del cerebro”. Por eso, un consumo intenso genera insomnio o nerviosismo,
mientras que su abandono provoca el efecto contrario: fatiga, decaimiento y
otros síntomas.
De hecho, añade O’Brien, se
sospecha que la abstinencia de cafeína podría explicar los dolores de cabeza de
fin de semana y los que se dan luego de cirugías: durante sábado y domingo las
personas suelen no tomar tanto café y antes de las operaciones, se ven
obligadas a dejar de beber cualquier tipo de líquido.
2. Lo más efectivo para bajar
la ingesta
Los síntomas de abstinencia
surgen 12 horas luego de reducir o parar el consumo, alcanzando un peak 24
horas después. Budney recalca que para ser diagnosticado, el cuadro debe
alterar significativamente las actividades diarias de la persona en su trabajo
u hogar (olvidar por completo una reunión o ser incapaz de conducir el auto son
algunos ejemplos).
Aunque algunas personas optan
por detener el consumo en seco, se recomienda hacerlo gradualmente durante un
par de semanas. ¿La razón? El abandono paulatino aminora efectos como los
identificados por las universidades de Vermont y Johns Hopkins. Expertos de
estos planteles analizaron la abstinencia repentina de cafeína y, mediante
electroencefalogramas, probaron que dejar esta sustancia de forma abrupta eleva
dramáticamente el flujo sanguíneo en el cerebro, lo que incide en los dolores
de cabeza intensos (se estima que cerca del 50% de las personas que viven
abstinencia de la cafeína experimentan esta reacción).
También se registraron
cambios en las ondas cerebrales theta, que se han ligado a síntomas como
fatiga. Roland Griffiths, neurocientífico de Johns Hopkins y quien maneja una
clínica que aborda el consumo de cafeína, dijo a Wall Street Journal que una
terapia efectiva consiste en que los pacientes registren su consumo semanal,
abarcando también bebidas energéticas y gaseosas. Luego, deben alternar la
ingesta de café normal con el descafeinado, además de rebajar la ingesta 25% a
la semana.
3. Otros factores que inciden
La duración y efectividad del
proceso varía por múltiples factores, como la influencia de la genética en la
rapidez con que la enzima CYP1A2 del hígado metaboliza la cafeína: estudios de
la U. de Toronto indican que en algunas personas, esta enzima hace que la mitad
de la cafeína consumida diariamente se procese en dos horas mientras que en
otras el proceso tarda ocho.
“Por ejemplo, en países como
Suecia beben normalmente y sin mayores problemas una cantidad suficiente de
cafeína para causar intoxicación en un estadounidense promedio”, señala
O’Brien. Además, señalan los informes de la Universidad de Toronto, quienes
fuman procesan la cafeína dos veces más rápido, porque la nicotina eleva la
producción de epinefrina, neurotransmisor que guía los procesos metabólicos.
Por el contrario, en las mujeres que toman anticonceptivos el proceso es más
lento. Una guía elaborada por el doctor Mark Hyman, del Instituto de Medicina
Funcional de EE.UU., plantea que seis a ocho vasos de agua al día ayudan a eliminar
la cafeína del organismo, mientras la vitamina C (presente en naranjas y
mangos) hace que el hígado produzca glutatión, compuesto que elimina toxinas.
Pero si usted es de las
personas que no quiere dejar por completo la cafeína y tampoco quiere depender
de ésta, Laura Juliano, sicóloga de la American University y quien asesoró la
elaboración del DSM-5, aconseja beber a intervalos irregulares y no superar los
100 miligramos diarios (una taza).
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